A lo largo de la historia de la educación chilena, las mujeres estuvieron excluidas por muchos años; peor aún si se presentaba la interseccionalidad de ser mujer y pobre. En 1812, surgió la iniciativa para que las niñas accedieran a estudios formales basados en una educación moralista y distinta al currículum nacional. Así podemos verlo en un extracto del diario la Aurora de Chile: “ la enseñanza de niñas que deben aprehender por principios la religión, á leer escribir, y los demás menesteres de una matrona, à cuyo estado debe prepararlas la patria” (Aurora de Chile, 1812. p. 124).
Este sistema, si bien daba un acceso a la educación a las niñas, era limitante, asistencialista; perpetuando roles de género cuyo fin era ser a futuro buenas madres y esposas. La educación de Chile va cambiando, pero siempre siendo segregadora; es ahí cuando nacen las escuelas monogenéricas, destinadas solo para hombres o mujeres. Sin embargo, en el 2018 “el número de establecimientos Monogenéricos ha disminuido un 35% en los últimos 7 años” (Educación 2020, 2018, p. 4).
Si observamos el currículum de Chile de años anteriores, podemos apreciar cómo este invisibiliza las luchas y aportes de las mujeres en la historia. Sin embargo, luego de varios años y permanentes esfuerzos asociados a los derechos de las mujeres y disidencias, un 8 de mayo del 2018, las/les dirigentas estudiantiles secundarias y universitarias alzan la voz y convocan una marcha contra la educación sexista y en contra de la violencia machista; debido a distintos actos misóginos, abusivos, discriminadores y violentos por parte de sus compañeros, además de las prácticas docentes sesgadas de género.
Pero, ¿dónde comienza la adquisición de estereotipos?
Según la teoría epistemológica de Jean Piaget (1896-1980) en la etapa preoperacional comienzan las primeras representaciones de la realidad, la cual viene de su entorno más cercano, esto quiere decir que desde esa edad el infante ya puede comenzar a crear significados estereotipados en base a los géneros. Si el niño/a/e ve que su mamá es quien realiza las labores del hogar, y el padre solo provee dinero, entenderá que así funcionan esos roles. Del mismo modo, si el niño escucha en su hogar que los hombres no lloran, que el color rosa es de niña y esto no lo representa, ocasionará sentimientos de angustia, inseguridad e inadaptación; limitando su búsqueda de la identidad.
En Educación Parvularia, las primeras representaciones las podemos observar cuando se comienza a desarrollar el juego simbólico, juego donde los niños/as/es imitan la realidad a través de roles y conductas aprendidas de su entorno. En estas instancias, vemos cómo cada uno/a/e se desenvuelve en los distintos papeles con gestos, actitudes e incluso en el lenguaje; siendo una oportunidad para la exploración y resignificación de conceptos e ideas sesgadas de género.
¿Y por qué Educación no sexista?
A nivel mundial “246 millones de niños están sometidos cada año a violencia de género en las escuelas y sus alrededores” (UNESCO, 2018).
Una investigación realizada por Cortázar, Romo y Vielma en la Región Metropolitana entre 2009 y 2011, analizaron a ocho escuelas con aulas de pre-kindergarten, en las cuales evaluaron la calidad de las interacciones educador(a)-niño(a) en el aula y evidenciaron lo siguiente: “En apoyo emocional encontramos una diferencia significativa en el número de veces que las educadoras prestaban asistencia a los niños y niñas, beneficiando a las niñas.”(...)“En el dominio de apoyo instruccional se observó una diferencia estadísticamente significativa en el número de preguntas abiertas (¿Por qué? ¿Cómo?), que las educadoras les hicieron a niños y niñas; desafiando cognitivamente más a los niños” (p. 3).
Si pensamos que el género es una construcción creada por la sociedad de cada país y cultura, entonces crecimos permeadas/os/es de esta visión arraigada en nuestra sociedad. Incluso desde antes del nacimiento se estereotipa en base a un color que definen los genitales: si nace niño compramos ropa azul, si es niña será rosado. Es nuestro deber poder informarnos, replantearnos lo que sabemos o pensamos y reflexionar sobre nuestras prácticas como agentes de cambios. Si tenemos claro cuáles son las acciones que contribuyen a una desigualdad de género, podremos reconocerlas en nuestro quehacer educativo, cambiarlas y, a la vez, intervenir. Somos quienes, después de las familias, brindamos las oportunidades, tanto a niñas, niños y niñes, de ampliar sus conocimientos, su vocabulario y sus interacciones; potenciando un desarrollo integral basado en el respeto y diversidad de personas.
Ahora, si nos vamos al currículum, podemos observar que el Marco Para la Buena Enseñanza de Educación Parvularia, en el dominio A: Preparación del proceso de enseñanza aprendizaje; señala que la educadora/or debe disponer de las estrategias y experiencias necesarias al momento de planificar y evaluar. Explícita, además, que las experiencias de aprendizaje deben ser “organizadas en función de la diversidad del grupo, evitando todo tipo de estereotipos, fomentando la incorporación activa tanto de los niños como de las niñas” (2019, p.19).
“Alcanzar la igualdad de género para las mujeres costará 300 años al ritmo de progreso actual” (ONU, 2018).
Si bien hoy por hoy se habla de equidad de género; las niñas y mujeres continúan en un estado lleno de desventajas económicas, laborales y en derechos. Pero, ¿cómo lo llevo a los espacios educativos? Primero me gustaría destacar el trabajo que se realiza con las familias. Uno de los principales métodos en que los niños/as/es aprenden es de manera colectiva y por imitación; siendo la familia el primer educador, debemos trabajar con ellos/as desde lo más básico como desmitificar cada concepto, qué entendemos por, y resolver dudas que puedan surgir para luego entrar en la reflexión y la escucha activa. A la vez, debemos reflexionar cómo nosotras/os/es nos proyectamos hacia los géneros diferentes al masculino, ¿utilizo o no un vocabulario sexista?, ¿tengo un trato equitativo con todos los géneros?, ¿destaco solo en las niñas la belleza y ternura, o también sus capacidades, habilidades y competencias?, ¿intervengo cuando observo juegos, comentarios, o bromas sesgadas de género?¿amplio sus oportunidades de exploración tanto en los espacios físicos, como en las ciencias, mostrándoles niñas o mujeres que han hecho cambios en la historia, hablando de diversidad, respeto y por sobre todo aceptando que ser niña no lo define los estereotipos sociales?. No definamos a las niñas como las tranquilas, silenciosas, las que deben comportarse como “señoritas” o que ser madres sea una meta de realización personal ¿eso es ser una buena niña? Y no con eso digo que no pueden ser así, desarrollemos capacidades, habilidades y competencias, que estén preparadas para las adversidades, pero por sobre todo que cada una sea la niña que quiera ser.
En este capítulo, pudimos apreciar un poco de historia de cómo las mujeres chilenas desde 1812 fueron tomando espacios y liderazgo en la educación y exigiendo sus derechos. Podemos concluir, entonces, que ha sido una lucha histórica que aún no acaba y que en los espacios educativos es donde podemos transmitir estereotipos de género, los cuales nos llevaran a seguir siendo una sociedad marcada por la desigualdad, y discriminación. Pero también hoy tenemos más herramientas para poder empoderarnos y empoderar, educar la identidad desde la exploración y no desde el encasillar, debemos hacer de los espacios educativos sean lugares seguros para niñas, niños y niñes. Te invito a que sigas el siguiente blog sobre género, el cual, me enfocaré en más profundidad cómo el educar sin sexismo no sólo beneficia a las niñas.
Referencias
Azúa, X., Lillo D., Saavedra P., (2019) . Calidad en la educación. Publicación n°5, p.73. chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://www.scielo.cl/pdf/caledu/n50/0718-4565-caledu-50-40.pdf
Cortázar, A.; Romo, F. y Vielma, C. (2016). Diferencias de género en la calidad de las experiencias de educación de la primera infancia en Santiago de Chile. Informes para la Política Educativa, N° 11. Centro de Políticas Comparadas de Educación, Universidad Diego Portales. chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://cpce.udp.cl/wp-content/uploads/2016/08/IPE11.pdf
Educación 2020, (2018). Proyecto de ley para propiciar la participación igualitaria de hombre y mujeres en las comunidades educativas. Presentación ante Comisión de Educación y Cultura del Senado. p. 20. chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://educacion2020.cl/wp-content/uploads/2018/08/Presentaci%C3%B3n-09_18-colegios-monogenericos-a-mixtos.pdf
Henríquez, C. (1812). Aurora de Chile. Publicación n°29, p. 124. http://www.auroradechile.cl/newtenberg/facsimil/1313/fo-propertyvalue-2444.pdf
MINEDUC, (2018). Marco para la buena enseñanza. p.19. https://www.cpeip.cl/wp-content/uploads/2019/12/MBE_EP-Final1.pdf
Naciones Unidas, (2022) Alcanzar la igualdad de género para las mujeres costará 300 años al ritmo de progreso actual. https://news.un.org/es/story/2022/09/1514031
Piaget, J. (1991). Seis estudios de psicología. (primera edición). Editorial Labor. http://dinterrondonia2010.pbworks.com/f/Jean_Piaget_-_Seis_estudios_de_Psicologia.pdf
UNESCO. FPNU. ONU MUJERES. (2018). Orientaciones técnicas internacionales sobre educación en sexualidad. https://www.unesco.org/es/articles/educacion-integral-en-sexualidad-para-prevenir-la-violencia-por-razones-de-genero#:~:text=Cada%20a%C3%B1o%2C%20unos%20246%20millones,el%2036%25%20de%20maltrato%20psicol%C3%B3gico.
UNESCO. (2019). Del accesso al empoderamiento: estrategia de la UNESCO para la igualdad de género en y a través de la educación 2019-2025. P. 7. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000371127
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